Tratamiento medico seguro

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domingo, 9 de mayo de 2010

El exceso de sal en la comida

La sal, al igual que el azúcar, tiene un cierto efecto adictivo: dentro de unos márgenes, al cabo de los años el cuerpo nos va pidiendo un poco más de sal en nuestros platos para que nos resulten sabrosos. Pero el gusto por la sal es adquirido y, por ello, es perfectamente posible modificarlo, de modo que tras una temporada empleando muy poca sal, necesitaremos mucha menos cantidad que antes para encontrar todo su sabor a los alimentos.

El sodio es un elemento presente de forma natural en nuestro cuerpo, por lo que consumir un poco de sal (unos 4-6 gramos diarios para los adultos y 3-4 gramos para los niños), es necesario para reponer las pérdidas de sodio producidas en la orina, transpiración, vómitos o diarreas. El problema es que la tomamos en exceso pues, cuando nos hablan de la sal todos tenemos en la cabeza la imagen del salero, pero pocos son conscientes de la gran cantidad de sal que nos llega ya incorporada a infinidad de alimentos procesados, como las pastillas de caldo, los embutidos, los quesos duros, los encurtidos, los precocinados, etc. Además, aparte de la sal (cloruro sódico), en los alimentos procesados hay otros aditivos alimentarios que contienen sodio, como el potenciador del sabor glutamato monosódico E-621, de uso muy extendido en la industria alimentaria.




Un consumo excesivo y prolongado de sal tiene unos efectos muy perjudiciales para nuestra salud: retención de agua, (con el consiguiente aumento de peso y mayor trabajo para corazón, hígado y riñones), riesgo de hipertensión arterial y empeoramiento de los síntomas asociados a enfermedades coronarias, hepáticas y renales. Estos problemas no suelen lograr que nos concienciemos para controlar la sal, pues la mayoría de ellos no presentan síntomas, no avisan ni producen dolor alguno durante años... hasta que se presenta la enfermedad inducida por ella.

En el mundo desarrollado el consumo de sal es casi el doble de la cantidad recomendada y, como ya hemos dicho, la mayor parte de ella nos llega ya incorporada a los alimentos que compramos en la tienda. Por este motivo, además de intentar evitar los productos alimenticios más salados, hay que controlar mucho la cantidad de sal que añadimos voluntariamente a la comida que preparamos. Para ello la cocina sana recurre a las hierbas aromáticas y a las especias, que añaden aroma y sabor sin aumentar el nivel de sodio; prueba a condimentar primero con ellas, probar la comida, y luego, sólo si hiciera falta, agregar un poco de sal.

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